Prioridades Temáticas

Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos

Darío de la Fuente – iNaturalist

Las montañas son puntos calientes para la biodiversidad a nivel continental y global. Exhiben una gran proporción de especies endémicas, junto con una alta vulnerabilidad al cambio climático y al desplazamiento vertical de los pisos térmicos. La cordillera de los Andes, la más larga del mundo, alberga tres áreas consideradas puntos críticos de biodiversidad global: los Andes Tropicales, la región de Tumbes-Chocó Magdalena y los bosques tropicales invernales de Chile. A lo largo de los más de 7.000 km de extensión de los Andes existe una enorme variedad de ecosistemas de bosques, matorrales, páramos y pastizales de montaña, ambientes que también albergan especies emblemáticas como el oso de anteojos, el puma y el cóndor.

Los ecosistemas montañosos brindan diversos servicios a las vibrantes ciudades andinas, que reconocen la importancia de las montañas y mantienen estrechos vínculos con ellas. Entre los diversos beneficios que brindan se encuentran servicios de regulación del agua, fertilidad del suelo, control de inundaciones y polinización de cultivos. La diversidad natural de los Andes está ligada a la diversidad cultural de la región, expresada en sus lenguas nativas, tradiciones y prácticas ancestrales de uso de los recursos naturales. Estos se han visto afectados por la nueva realidad del desarrollo económico, y las relaciones con la biodiversidad y los medios de producción de la población rural están cambiando.

 

La Iniciativa Andina de Montañas considera la preservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos como una línea de acción prioritaria en el “Plan de Acción para el Desarrollo Sostenible de la Cordillera Andina”. Se han realizado esfuerzos para generar información, compartir experiencias y buenas prácticas.

Cambio Climático y Gestión de Riesgos

Sean Munson / Flickr

Los Andes se ven muy afectados por el cambio climático y son vulnerables a sus efectos, que tienen interacciones complejas con los cambios en el uso de la tierra. El aumento de la temperatura y los cambios más heterogéneos en los regímenes de precipitaciones (muy intensas o muy escasas) tienen efectos sobre los glaciares, acelerando su retroceso en todo el continente. También tienen impacto en el paisaje, como cambios en la distribución de pisos ecológicos y ecosistemas (especialmente en los páramos, punas y bosques siempre verdes); el aumento de la degradación de ambientes estratégicos como turberas y humedales altoandinos; y la reducción de la extensión de los nichos climáticos de muchas especies endémicas o de distribución restringida.

El impacto del cambio climático en las cuencas montañosas está directamente asociado con la gestión de riesgos. Se espera que los fenómenos meteorológicos extremos, como fuertes lluvias, inundaciones, sequías, incendios forestales y deslizamientos de tierra, aumenten en frecuencia e intensidad, causando pérdidas humanas y económicas. Esta situación afecta directamente a las personas y sus actividades: un tercio de la población de los países de la IAM vive en los Andes.

 

Desde 2018, la Iniciativa Montañas Andinas impulsa la “Agenda Estratégica de Adaptación al Cambio Climático en los Andes”, que establece objetivos encaminados a reducir la vulnerabilidad; fortalecer los procesos de adaptación y resiliencia de las comunidades andinas; y fortalecer la investigación científica, la información social y ambiental necesaria para la planificación de medidas de adaptación a nivel regional.

Recursos Hídricos y Seguridad Agroalimentaria

Luis Daniel Llambí

Los Andes son las torres de agua del continente, como lo demuestran sus ríos, glaciares, lagunas, humedales y aguas subterráneas. El crecimiento demográfico, sumado a los impactos del cambio climático, aumentan los conflictos por el uso del agua en la región. Las reservas de agua pueden ser insuficientes para cubrir las demandas, especialmente durante la estación seca. En las montañas andinas se encuentran algunas de las ciudades más importantes del continente, incluidas capitales como Bogotá, Quito, La Paz y Santiago de Chile. Otras, como Lima, dependen directamente del agua que proviene de los Andes.

El uso y gestión del agua está estrechamente vinculado a la seguridad alimentaria y las necesidades de la población rural y urbana. Las sociedades asentadas en los Andes desde hace cientos de años han cultivado una relación con la naturaleza a través del trabajo a nivel comunitario. Se reconocen como de gran valor las prácticas tradicionales de manejo de tubérculos andinos (papa, oca, mashua), la ingeniería hidráulica para el aprovechamiento del agua (qochas y canales) y el uso de la tierra (andenes). El desarrollo de una agricultura con un uso adecuado de la biodiversidad y los recursos genéticos de los Andes, y el uso de prácticas ancestrales sostenibles y tecnologías limpias, será importante para enfrentar los impactos del cambio climático en las regiones de alta pobreza de la región andina.

 

En 2007, la Iniciativa Andina de Montañas, a través de la «Declaración de Tucumán», planteó como tema prioritario la gestión integrada y sostenible de las cuencas hidrográficas, reconociendo la estrecha relación entre la conservación y la gestión sostenible de los ecosistemas de montaña, el suministro de agua y la seguridad alimentaria.

Salud y Reducción de la Pobreza

Ruslana Iurchenko / Shutterstock

El crecimiento poblacional, la urbanización y el desarrollo económico de la región han generado importantes cambios en el uso del suelo. La población de los Andes es ahora más diversa. No sólo está asentada en el campo y vinculada a actividades agrícolas y ganaderas, sino que se ha diversificado hacia múltiples actividades económicas, entre ellas el turismo. Las ciudades se han desarrollado rápidamente, con un aumento significativo de la población urbana: el 83% de la población de los Andes vive ahora en ciudades. Aunque el Índice de Desarrollo Humano ha registrado un aumento en todos los países andinos, el desarrollo urbano, a menudo insuficientemente planificado, trae consigo problemas de pobreza y escasez de recursos. Esto plantea constantes desafíos de planificación y requiere la implementación de prácticas de desarrollo sostenible.

En el sector de la salud, es fundamental comprender el papel que juega el clima en la exacerbación, reaparición o aparición de enfermedades, y cuantificar su impacto en la salud pública. Los efectos suelen ser desiguales y afectan de manera desproporcionada a las poblaciones más susceptibles, como los niños y los ancianos de las zonas de alta montaña. Las muertes indirectas por enfermedades no transmisibles, infecciosas, transmitidas por el agua y por vectores a veces superan a las causadas directamente por fenómenos meteorológicos extremos.

 

La situación de vulnerabilidad de las zonas montañosas es evidente. Los países miembros de la Iniciativa Andina de Montañas vienen desarrollando planes y estrategias de adaptación al cambio climático en el sector salud, con el fin de enfrentar sus efectos en la región andina.